"Mis deseos son órdenes para mí." (Oscar Wilde)

domingo, 1 de mayo de 2011

Estás conmigo

No es la primera vez que me sucede: puedo estar pensando en cualquier otra cosa, o en nada, y de pronto te aparecés en mi mente en forma de algún recuerdo, o de alguna situación de mi presente sin vos. Como una interferencia en la tele, como un anuncio por cadena nacional en la radio. Ahí estás. Interrumpo mi programación para sentirte.
Enseguida viene el temblor. Leve, no es algo espasmódico. Es más bien como un estremecimiento. Un chucho de frío, dirías vos. Y las lágrimas empiezan a picar. ¿Por qué lloro, si me alegra que me visites?
Me descubro con la vista fija en un punto en el que objetivamente no hay nada para mirar. Me gusta pensar que de algún modo sé que estás ahí, en la silla de al lado en este bar, o junto a la ventana en mi oficina, o parada en la puerta de mi dormitorio.
Me esfuerzo por ver algo, una mínima coloración en el aire, una levísima opacidad. Pero no hay caso. Quizá sea mejor así.
Me basta con sentir la textura de las arrugas de tus manos sobre las mías, el calor de tu abrazo de saquito y pañoleta, tu voz susurrándome “pichona” al oído.
Qué suerte que estás acá, abuela, qué suerte que no me dejaste sola. Qué suerte. Gracias.

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